El supuesto de que la ciencia y la religión están enfrentadas es una idea que nunca disminuye.
Muchos asumen que la ciencia moderna ha hecho que las explicaciones religiosas ya no sean relevantes, y algunos llegan a decir que la ciencia es la única que puede responder a todas las preguntas de la vida.
No está de acuerdo el Profesor Brian Cox, conocido presentador de la BBC y físico de partículas de la Universidad de Manchester. Recientemente, el Profesor Cox compartió tarima en unas conferencias con el Profesor David Wilkinson, astrofísico, teólogo y profesor en la Universidad de Durham.
Cox expresó su preocupación ante la innecesaria “polarización del debate” añadiendo que, aunque él no es creyente, “debemos celebrar que haya diferentes opiniones y cosmovisiones y debemos conocerlas”.
Muchos científicos-teólogos comparten la visión de Cox de que debemos promover el diálogo entre las voces científicas y las religiosas. Entre ellos está Alister McGrath, Profesor de ciencia y religión en la Universidad de Oxford, quien sostiene que estas dos disciplinas “se enriquecen mutuamente”.
Los libros de historia también nos recuerdan que ambas han interactuado de ese modo durante siglos. Las contribuciones clave a disciplinas como las matemáticas, la medicina, la astronomía y la filosofía provienen de civilizaciones y culturas religiosas muy diversas: la Antigua Grecia y el Antiguo Egipto, Extremo Oriente, Oriente Medio y, más recientemente, Europa Occidental.
Además, el nacimiento de la ciencia moderna en Occidente tiene fuertes conexiones con la creencia en el Dios de la Biblia. Muchos científicos clave, como Francis Bacon (1561-1626), reconocido por muchos como el padre del método científico moderno, eran teístas cristianos cuya creencia en Dios les llevó a hacer ciencia. Hoy también podemos apuntar a creyentes cristianos que son científicos mundialmente reconocidos, como por ejemplo el astrónomo de Harvard Owen Gingerich y el Director de los Institutos Nacionales de la Salud Francis Collins.
El apunte de Cox sobre la necesidad de escuchar y celebrar los puntos de vista de los demás es especialmente pertinente en la era de la “tolerancia religiosa” en la que vivimos. No obstante, nos vemos con la necesidad de recuperar el significado real de la palabra “tolerancia”. La tolerancia, bien entendida, significa que el desacuerdo profundo puede coexistir con el derecho de todas las voces a ser escuchadas.
El Profesor Cox lo ilustra con una analogía de la política. La democracia, una cualidad que la mayoría asociamos a un estado que funciona de forma saludable, florece gracias a la premisa del desacuerdo respetuoso.
Lo mismo ocurre con la ciencia. La ciencia progresa más cuando hay discusión y debate. La historia está llena de descubrimientos científicos que en sus inicios se toparon con un fuerte desacuerdo y escepticismo. Pero cuando los datos no encajan con la teoría, es esa mentalidad abierta al debate la que nos hace regresar una y otra vez a la mesa de trabajo antes de poder exclamar “¡eureka!”. Estés en el ámbito que estés, ya sea el laboratorio, la sala de juntas, el aula o la oficina, a menudo tenemos mucho que aprender de aquellos con los que estamos en desacuerdo.
Dicho esto, hay muchas cosas en las que el Profesor Cox y los cristianos coinciden. Ambos aman la ciencia, ambos quieren que la ciencia avance, y ambos reconocen los límites de la ciencia.
La ciencia no puede responder las grandes preguntas de la vida, las preguntas sobre el sentido y el destino con las que la humanidad siempre ha luchado.
El tema de la conferencia era la posibilidad de múltiples universos, o multiversos. Cox, en una entrevista posterior, dijo algo crucial: “Si al final descubrimos que la teoría de los multiversos es correcta, ¿qué significa eso?”.
Entonces dijo que para encontrar respuestas a las preguntas sobre el significado necesitamos recurrir también a los novelistas, artistas, filósofos y teólogos.
Dicho de otro modo, la ciencia no puede responder a todas las preguntas.
Existen diferentes niveles explicativos, a menudo conectados con diferentes materias o áreas de trabajo, y cada uno de ellos nos ayuda a comprender el mundo mejor y juntos nos ofrecen una visión más completa. El Profesor Cox tiene toda la razón cuando dice que debe haber más diálogo entre la ciencia y la religión, más deseo de buscar el enriquecimiento mutuo. Este diálogo es obligado para todos los que buscan la verdad, sea en la naturaleza o en las Escrituras.