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Esta es una pregunta crucial en la fe cristiana porque los cristianos creen que la salvación es únicamente posible gracias a que Jesús muere en una cruz. Pero, ¿por qué tenía que morir?

En primer lugar, tenemos que reconocer que el ser humano necesita salvación. Todas las religiones reconocen que el ser humano está caído, o está roto. Incluso el famoso ateo Bertrand Russell dijo, “Es en nuestros corazones donde está el mal, y es de nuestros corazones de donde se debe extirpar”. El problema es que aunque reconocemos que no somos perfectos, en el fondo nos pensamos que no somos tan malos. Sin embargo, eso es siempre relativo a con quién nos comparemos. Comparados con los políticos corruptos, parecemos muy buenos, pero si nos comparamos con la justicia perfecta, e incluso con Jesús, quedamos por los suelos.

No tenemos ni idea de hasta qué punto nuestras acciones y pequeños actos hacen de este mundo un mundo de injusticia y sufrimiento, cuánto más aquellas acciones deliberadas, como cuando mentimos, usamos a las personas y un largo etcétera. Solo hay que encender la televisión y ver las noticias para darnos cuenta de esto. Un insulto o un desprecio a una persona en un momento vulnerable de su vida, en más de una ocasión, ha provocado un suicidio.

Dios es un juez justo, y no puede mirar hacia otro lado. Nosotros mismos no podemos mirar para otro lado. Si alguien viola a una amiga mía, un juez no puede llegar y decir al violador, “Soy un juez bondadoso y compasivo. Te perdono.”  Al perdonarlo podría ser un juez lleno de amor, pero no sería justo para nada. Dios no puede pasar por alto todo el dolor, la agonía emocional, física, mental y espiritual que tú y yo hemos creado. ¡Sería el juez más injusto y corrupto que pudiéramos imaginar! Precisamente porque Dios es amor no puede mirar para otro lado.

Queremos que se haga justicia con Hitler, con los corruptos, pero lo que es más difícil de aguantar es que la justicia también tiene que caer sobre nosotros. Todos hemos dejado a personas rotas, heridas y sangrando y si la justicia perfecta tuviera que caer sobre nosotros, nos aplastaría.

Dios se encuentra en este dilema: es un Dios que ama a las personas pero que debe ser justo ante la maldad. ¿Qué solución propuso? Pagar él mismo el precio de nuestra injusticia. Pagar con su vida.

Dios mismo decide, como Juez, bajar del estrado, ponerse en el lugar del acusado donde deberíamos estar, y pagar la condena que hay que pagar. ¡Eso es amor! Es el regalo de la salvación, que tú y yo podemos ser salvos no por lo que hayamos hecho, sino por lo que Dios ha hecho por nosotros, en la cruz. El cristianismo es la única religión donde se ejerce el perdón, no a costa de la justicia, sino a través de la justicia. El precio que tú y yo no podemos pagar lo paga Jesús.

Puede parecernos una atrocidad que alguien tenga que morir para salvarnos; sin embargo, en nuestra cultura observamos una y otra vez, ya sea en películas o en la literatura, como el sacrificio es la mayor prueba de amor, ese momento en el que el héroe da su vida para salvar al resto de la humanidad.  Y Jesús hace eso: es el héroe que recibe la bala que llevaba tu nombre y el mío. La Biblia dice, “En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesús entregó su vida por nosotros”.

Este es Jesús. ¿Quién no querría un Dios así? ¿Qué tipo de persona rechazaría a alguien así? Es el mayor acto de amor que alguien pueda hacer por alguien.  ¿A cuánta gente conoces que haya muerto por ti?

Este es el Dios que a mí me ha convencido. Es el único Dios en el que encuentro la justicia perfecta y el amor perfecto besándose en la cruz. ¿Conoces a este Dios? ¿Disfrutas ya de su justicia y su perdón? Porque si no te apoyas en la justicia de Jesús, eso significa que te apoyas en la tuya propia, pero ¿quién puede estar de pie ante un Dios justo, perfecto y santo?” Yo no puedo, yo necesito que alguien lo haga por mí. Solo he encontrado a Jesús. La pregunta es, ¿a quién tienes tú?

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Andy Wickham

Director y comunicador de Fundación Pontea