Este artículo de Vince Vitale es un fragmento de Jesus Among Secular Gods [Jesús entre dioses seculares], su nuevo libro escrito junto con Ravi Zacharias.
Imagina que existe una máquina (¡probablemente dentro de poco existirá!) que ofrece cualquier experiencia que desees. Podrías escoger: ganar el oro olímpico, o enamorarte, o hacer un importante descubrimiento científico. Y entonces la máquina estimularía las neuronas de tu cerebro de tal forma que experimentaras una simulación perfecta de aquello que has deseado. En realidad, estarías flotando en un tanque lleno de una sustancia viscosa, con un montón de electrodos conectados a tu cerebro. Si te dieran a escoger, ¿programarías las experiencias que deseas tener y te enchufarías a esta máquina por el resto de tu vida? (1)
Me uno al filósofo Robert Nozick, a quien se le ocurrió este experimento mental en la década de 1970, cuando dice que no deberíamos enchufarnos a esta “máquina de experiencias”. Y esto apunta a la falacia del hedonismo, filosofía de más de dos milenios, postulada por los filósofos griegos Demócrito y Epicuro. Si lo único que importa es el placer (es decir, si el hedonismo es verdad), entonces deberíamos enchufarnos a la máquina de experiencias y deberíamos animar a todo el mundo a hacer lo mismo.
No solo nos importa la felicidad o el placer. No solo queremos sentirnos amados; queremos ser amados de verdad. No solo queremos soñar con cumplir nuestros sueños; queremos llegar a cumplirlos de verdad. No solo queremos sentirnos como si hubiéramos hecho algo importante; queremos llegar a hacer algo importante de verdad. El hedonismo no es lo que nuestros corazones anhelan; tan solo es lo que queda cuando todos los demás “-ismos” nos han fallado.
Una publicación académica reciente sugirió que, según la visión hedonista, dado que algunos animales pueden sentir placer como los humanos pero no llegan a experimentar lo peor del sufrimiento humano, deberíamos concluir que esos animales tienen más valor que los humanos.(2) Si experimentar placer y evitar el dolor es la medida de todas las cosas, esos animales obtienen una alta puntuación en el área del placer y se libran de sufrimientos psicológicos complejos como la ansiedad y la decepción, que sí afectan a la psique humana. Esta idea llevó al utilitarista Jeremy Bentham a plantear que “el push-pin [un juego de niños] tiene el mismo valor que las artes, las ciencias y la poesía”.(3) El problema de esta afirmación no es el razonamiento que le lleva a esa conclusión, sino la idea subyacente de que el placer es el único factor que determina el valor de algo o alguien.
El placer y la felicidad son cosas buenas, pero no son las únicas cosas buenas. No solo debería importarnos sentirnos bien por dentro, sino que también debería importarnos la verdad y el impacto que nuestra vida tiene sobre nuestro entorno. Como dijo C. S. Lewis, si la felicidad es lo único que persigo, una buena botella de oporto serviría para satisfacer mi deseo.(4)
La gente a menudo me dice que no necesita a Dios porque “Ya soy feliz así como estoy”. ¡Eso es genial! Yo creo que la felicidad es un regalo de Dios, que es quien “llena nuestros corazones de alegría” (Hechos 14:17). Pero la fe cristiana ofrece mucho más que eso. La persona que opta por la máquina de experiencias es feliz así como está. Algunos animales son muy felices así como están. Entonces, ¿deberíamos enchufarnos a la máquina de experiencias o desear haber sido animales? En ambos casos, la consecuencia del hedonismo es la pérdida de la humanidad.
Según la fe cristiana, hubo un personaje histórico que podría haberse enchufado a la máquina de experiencias: Jesús. De hecho, Jesús podría haber hecho una mejor. Podría no haber creado nada y simplemente haber disfrutado eternamente de la relación y el placer perfectos que hay en la trinidad. O, después de crearlo todo, podría haberse mantenido alejado de la fragilidad de este mundo. Podría haber existido en su forma no humana, rebosante de placer y libre de todo dolor.
En cambio, Jesús creó un mundo que sus propias criaturas dañarían —un mundo que le afligiría en muchos aspectos— y decidió entrar en ese mundo como humano, con todo el dolor y sufrimiento que la vida humana conlleva. Esa es la vida que Jesús escogió. Tal como el dijo, “Nadie me arrebata la vida, sino que yo la entrego por mi propia voluntad” (Juan 10:18). Al escoger esta vida en lugar de una vida de placer ininterrumpido e infinito, y aún así vivir la vida más aplaudida de toda la historia, la vida de Jesús es un argumento muy potente en contra del hedonismo.
Hace algunos años vi un anuncio publicitario en el que aparecía un parto, el bebé salía volando y durante 30 segundos a cámara rápida veías pasar toda su vida. Antes de que te dieras cuenta ya era un anciano canoso y encorvado, y por último caía dentro de una tumba. Entonces salían unas letras que decían: “La vida es corta. Juega más a la Xbox”. ¿En serio? ¿No tenemos nada mejor? La vida es corta, y es frágil. ¿La respuesta realmente es jugar más a la Xbox—distraerte e intentar no pensar, enchufarte a una máquina de experiencias llamada Xbox porque de todos modos no puedes hacer nada para evitar la tumba?
El futuro que la Biblia ofrece es muy diferente:
El hogar de Dios estará en medio de los seres humanos, y vivirá en medio de ellos. Ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. “Les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las cosas pasadas han dejado de existir” (Apocalipsis 21:3–4).
Confiemos con aquellos que ven que el hedonismo no es una opción. Confiemos con ellos sabiendo que la muerte no es nuestro final. Confiemos en que Dios se acerca a cada persona, hasta el final, ofreciendo su esperanza.
El hedonismo no funciona. Y lo sabemos. No funciona ni siquiera cuando vives persiguiendo el placer; y mucho menos cuando perseguir el placer no es una opción para ti. Y sin embargo, si somos lo suficientemente valientes para enfrentarnos a las preguntas y responderlas de forma honesta, ¿cuánto tiempo de nuestras vidas pasamos adorando delante del altar del placer? ¿Qué porcentaje de nuestras vidas malgastamos enchufados a una máquina de experiencias? ¿Quién sale perjudicado? ¿Y qué oportunidades de tener relaciones honestas estamos dejando pasar?
Jesús quiere que seamos felices, ¡y tanto! Pero lo que quiere para nuestras vidas es muy superior y mucho más noble. Como él mismo ejemplificó, quiere que respondamos con integridad al fracaso del hedonismo. Quiere que derramemos lágrimas por los demás. Quiere que esas lágrimas nos unan a un Dios que derramó lágrimas—un Dios de amor y de justicia. Quiere que, siguiendo a ese Dios, demos a los demás ese amor y servicio sacrificado que es el único que brinda no solo placer, sino perdón, paz, propósito y esperanza—una vida totalmente plena.
Vince Vitale
Director del Zacharias Institute de RZIM en Atlanta, Georgia (EE.UU.)
Traducción: Dorcas González Bataller
(1) Robert Nozick, Anarchy, State, and Utopia (New York: Basic Books, 1974), 42–45. [Anarquía, Estado y utopía. Innisfree, 2014].
(2) Ver Mark H. Bernstein, The Moral Equality of Humans and Animals (Hampshire, UK: Palgrave Macmillan, 2015).
(3) Jeremy Bentham, The Rationale of Reward (London: J. and H. L. Hunt, 1825), 206.
(4) C.S. Lewis, God in the Dock: Essays on Theology and Ethics (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans, 2014), 48. [Dios en el banquillo. Rialp, 1996].
Tremendo. Muy profundo. Gracias por el esfuerzo de compartirlo.