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Hace unos días estaba leyendo un periódico online y, como me suele ocurrir, acabé yendo a las páginas sobre religión. Me llamó la atención una larga lista de religiones del mundo, que recogía la descripción de las creencias y las principales prácticas de cada una de ellas. Curiosamente, el ateísmo aparecía en la lista como una religión más. Y sin embargo, el apartado donde se describían las principales creencias de los ateos empezaba diciendo: “El ateísmo no es una creencia”. ¿Es posible describir un sistema de creencias como la ausencia de creencia?

Aunque el ateísmo sostiene la no creencia en Dios, aparece acertadamente entre los muchos sistemas de creencias que intentan explicar la existencia. Puesto que la cosmovisión atea ofrece una perspectiva concreta del mundo, como el cristianismo o el hinduismo, necesita partir de unos supuestos o creencias: que el mundo es ordenado y conocible, que podemos fiarnos de nuestros sentidos e intelecto para descubrir la verdad, que en la naturaleza hay una uniformidad que se extiende del pasado al futuro. En el fundamento de todas las cosmovisiones encontramos una serie de creencias que se asumen por fe. Por tanto, la pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Qué fe ofrece el fundamento más coherente para entender el mundo?

Algunos sostienen que la insistencia atea de que la razón es el fundamento de la no creencia supone una incoherencia en sí misma. “Las razones necesitan que este universo sea un universo razonable que presupone que hay orden, lógica, diseño y verdad. Pero el orden, la lógica, el diseño y la verdad solo pueden existir y ser conocidos si existe una fuente objetiva inmutable y unos parámetros en los que estos se dan […] Como todas las cosmovisiones no teístas, el darwinismo toma prestado de la cosmovisión teísta para que su perspectiva sea inteligible”.  (1) Dicho de otro modo, el fundamento de la fe atea da lugar a una estructura de interpretación poco sólida.

Lucas Cranach el Viejo, Lamentación, óleo sobre tabla, 1538.

Ya sea de forma arrogante o valiente, lo cierto es que Jesús de Nazaret se presenta a sí mismo como fundamento para creer. “Todo el que oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vinieron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena”. (2) A unos quizá les suena arcaico o extraño. “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida […] Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo […] Yo soy el camino, la verdad y la vida”. (3) Otros, quizá encuentran ecos de ese fundamento valiente y arrogante en esa sabiduría contemporánea que ocasionalmente clama por algo más sólido.

En 1960, el conocido psicólogo y ateo declarado Hobart Mauer escribió un artículo titulado “Sin, the Lesser of Two Evils” [El pecado, el menor de los males], en el que relacionaba la pérdida de humanidad con nuestros intentos por liberarnos de la idea de pecado. “Al convertirnos en amorales, éticamente neutrales y libres, hemos cortado las raíces de nuestro ser y perdido nuestro sentido profundo de identidad. Y junto a los neuróticos nos preguntamos ‘¿Quién soy? ¿Cuál es mi destino último? ¿Qué significa vivir?’”. (4)

En el Museo del Holocausto de Washington D. C. hay un altar de madera proveniente de una sinagoga que fue profanada por los soldados nazis que llegaron a la ciudad para llevarse a los ciudadanos judíos. La única inscripción que hay sobre el altar es una frase en hebreo grabada en la madera. A pesar de los hachazos que intentaron borrar aquellas palabras, la frase aún se puede leer. Simplemente dice: Reconoced delante de Quién estáis.

Podemos intentar erradicar al que está en el fundamento. Podemos desestimar las declaraciones atrevidas de Jesús por arcaicas y arrogantes. Pero eso nunca negará su presencia, ni tampoco su capacidad para responder con su propia persona las preguntas sobre la identidad del ser humano, sobre tu identidad.

Traducción: Dorcas González Bataller

(1) Norman Geisler and Frank Turek, I Don’t Have Enough Faith to Be an Atheist (Wheaton, IL: Crossway Books, 2004), 130.
(2) Mateo 7:24-26.
(3) Juan 8:12; 10:9; 14:6.
(4) Cf. Hobart Mowrer, “Sin, the Lesser of Two Evils,” American Psychologist, 15 (1960): 301-304).

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