
Desde hace varias navidades, mis primas y yo tenemos dos tradiciones: ir a ver las luces que hay en el centro de Málaga, nuestra ciudad, y ver el primer amanecer del año. Hay una de esas dos que nos cuesta más que otras y que a veces hemos pospuesto a otro día de enero. ¿Te imaginas cuál?
Ambas nos hacen especial ilusión, pero hay una clara diferencia. A pesar de la música y lo bello de un espectáculo de luces, no hay nada más majestuoso que mirar al horizonte oscuro y ver cómo se ilumina lentamente, con infinidad de colores y matices, hasta que el sol calienta tu rostro.
Al considerar la historia de la Navidad, es inevitable pensar en una jovencita que se vio sorprendida por una noticia que acabó siendo más como un amanecer que como un espectáculo de luces. La historia comienza con ella y con su respuesta a un anuncio que la desconcertó, pero que era lo suficientemente importante como para sopesar e investigar.
Un ángel visitó a María y su saludo pareciera que estaba dirigido a alguien importante, y no a una chica de un pueblecito de Israel: «¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo»[1].
La reacción de María fue la que tendríamos cualquiera de nosotros si vivimos una escena digna de una película de ficción. Nos asustaríamos y empezaríamos a preguntarnos qué significa lo que está ocurriendo, si de verdad está pasando o si solo está en nuestra mente.
Una fe que piensa y pregunta
María tomó una actitud de investigar. Fue intensamente racional y no aceptó como normal que un ángel se dirigiera a ella de esta manera. Aquí aprendemos una primera lección sobre la fe de la que habla la Biblia: responder en fe requiere de tu intelecto, además de tus emociones. No fue una fe ciega, ni María era supersticiosa o estaba acostumbrada a creer lo primero que le contaban. María investigó qué significaba todo aquello.
Lo que averiguó en la conversación tampoco fue lo que ella esperaba que ocurriera. ¿Quedar embarazada y dar a luz al que llamarían el Salvador del mundo? Ante un hecho sobrenatural, ante la interrupción de lo divino en lo cotidiano, nuestra fe se desarrolla más como el proceso majestuoso de un amanecer que como darle al interruptor para encender las luces navideñas.
En el proceso de creer, María hace preguntas. Ante lo inverosímil de la situación, no abandona la conversación: «¿Cómo podrá suceder esto, puesto que soy virgen?». Da las razones por las que no da crédito inmediato a las palabras del ángel y hace preguntas para poder entender mejor.
Confiar cuando no es fácil
El segundo paso de la fe de María lo vemos en sus siguientes palabras: «Aquí tienes a la sierva del Señor. Que Él haga conmigo como me has dicho».
Creer, para esta joven de Nazaret, implicaba aceptar que algo más grande que ella estaba ocurriendo. Debía tomar un paso de fe y confiar en que, si lo divino estaba interrumpiendo su realidad, la respuesta más racional era confiar aun cuando las consecuencias fueran difíciles. Ante la racionalidad de todas las evidencias que el ángel le presentó, María involucró el resto de su ser para confiar.
Como escribió un teólogo, «Algunas veces, solo puedes hacer lo mismo que María: simplemente someterte y confiar a pesar de los temores y reservas. Esto te da el punto de apoyo para avanzar»[2].
En el caso de María, la noticia que ella creyó fue que daría a luz al Salvador del mundo. En nuestro caso, lo que somos llamados a investigar y sopesar es diferente: ese bebé que nació en Belén se convirtió en el Salvador del mundo cuando murió y resucitó. Y si su resurrección realmente ocurrió, todo lo que dijo influye en mi vida.
¿Cómo será tu fe esta Navidad? ¿Te embarcarás en un proceso donde las preguntas y el asombro ayudarán a que tu fe amanezca en medio de la oscuridad?
Cada día, lo divino interrumpe lo cotidiano. Lo trascendente se inmiscuye en el silencio de tu corazón. No abandones la conversación: pregunta, investiga y confía a pesar de los temores. Tal vez hoy tu fe se vea como el primer rayo de sol asomando en el horizonte, pero ciertamente crecerá al conocer a Aquel que vino como bebé, y cuya historia puede cambiar la tuya.
[1] Todas las citas bíblicas son del Evangelio de Lucas, capítulo 1 (NVI).
[2] Keller, Timothy. Navidad escondida (Andamio Editorial, 2017).


